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La Productividad Como Clave del Crecimiento y el Desarrollo: En el Perú y el Mundo

Norman V. Loayza∗
Departamento de Investigación, Banco Mundial
Mayo 2016

Una de las lecciones más importantes en la ciencia económica es que la productividad es la clave del crecimiento. Y así ha sido en la historia económica del Perú, y particularmente en la transformación económica iniciada en los años 1990.

Hacia la primera mitad del siglo XX, Joseph Schumpeter y John Hicks dieron especial relevancia a la mejora en la productividad, en un contexto en que las economías de Estados Unidos y Europa se encontraban en la Gran Depresión. Más recientemente, la productividad ha sido el foco de atención de expertos como Philippe Aghion, Robert Barro, Robert Lucas y Ricardo Caballero, particularmente en sus estudios sobre desarrollo económico. William Easterly y Ross Levine realizaron un estudio hace unos años en el que examinaron una muestra grande de países y observaron el crecimiento que habían obtenido, y trataron de explicar por qué razón se había dado. Llegaron a la conclusión central de que los cambios en el crecimiento estaban explicados fundamentalmente por cambios en la productividad. Esta lección tan básica puede ser apreciada, precisamente, en la economía peruana, como se ve en el cuadro 1.

Como bien se sabe, entre el 75 y el año 90, el Perú decreció profundamente; después del año 90, se produjeron un crecimiento y una recuperación sustanciales de la economía. Puede establecerse que el año 90 es el punto de cambio estructural en la economía peruana. ¿Qué sucedió entre esas dos épocas con relación al capital, el trabajo, y lo que llamamos la productividad total de los factores (PTF)? Lo que explica realmente la variación de menos a más en el crecimiento es la productividad total de los factores.

La productividad, definida como el valor del producto por unidad de insumo, comprende cuatro componentes principales: (1) la innovación, que consiste en la creación de nuevas tecnologías, productos y procesos; (2) la educación, que disemina la innovación y desarrolla conocimientos y habilidades; (3) la eficiencia, que procura el uso y distribución eficaz de los recursos productivos; y (4) la infraestructura física e institucional, que otorga bienes y servicios públicos en apoyo a la economía.

A pesar del innegable progreso económico del Perú en los últimos 25 años, la mayoría de áreas que afectan la productividad están todavía rezagadas. Compararemos los avances del Perú con los de otros países. El cuadro 2 grafica datos tomados del Foro Económico Mundial, que reporta año a año cómo se relaciona un país con el resto del mundo en sus avances en distintas áreas de la economía. (El cuadro muestra seis campos. El concepto amplio de infraestructura arriba mencionado incluye el rol de las instituciones, la estabilidad macroeconómica y la infraestructura física. Por su parte, el concepto de educación se encuentra en el gráfico aumentado con medidas de salud y capacitación.) Dada nuestra expectante situación, compararemos al Perú con los mejores casos de progreso en la región y el mundo: Chile y Corea del Sur, respectivamente.

En comparación con estos líderes regionales y mundiales, el estado de la innovación, la educación y capacitación, y las instituciones gubernamentales e infraestructura física es relativamente bajo. La eficiencia en la distribución de recursos se encuentra en mejor posición, primordialmente como mérito del dinamismo del sector privado. Sólo en la administración macroeconómica, el Perú alcanza niveles de la mejor calidad internacional.

La estrategia para la mejora en la productividad debiese ser distinta para cada uno de sus componentes, como se sugiere en el cuadro 3. En innovación y en educación, la estrategia correcta exige invertir más y con mejor criterio. En cuanto a eficiencia e infraestructura, la estrategia requiere mejorar el uso de los recursos ya asignados.

En todos estos campos, son imprescindibles las reformas pendientes en gobernabilidad, en marco regulatorio, y en asignación de recursos en distintos niveles de gobierno. Entre los retos apremiantes, dos destacan por su magnitud y su relevancia general. El primero es traer a la formalidad al gran número de trabajadores y firmas informales; y hacerlo no con castigos o multas, sino con mejores servicios públicos, con menores impuestos, y con regulaciones menos onerosas. El segundo es reformular y fortalecer la descentralización gubernamental de manera que la capacidad de los gobiernos locales y su coordinación con el gobierno central estén a la altura de los recursos y las responsabilidades que se les asignen.

Sin mejoras en la productividad no habrá crecimiento, ni en el largo plazo, ni sostenido, ni inclusivo, ni de ningún tipo. Acaso surjan beneficios de un año a otro o de una década a otra, porque aumenta el precio de los productos mineros o de algún bien que exportamos; pero eso será solo una eventualidad que no va a durar. Si no se da un aumento en la productividad, no habrá un crecimiento real.